La Policía del Capitolio estadounidense está sumida en una grave crisis luego de los recientes ataques contra el recinto legislativo: primero el asalto de una turba del 6 de enero y luego el viernes pasado, cuando un individuo embistió su vehículo contra una barrera protectora.
Uno de los guardias murió en la agresión del viernes y otro resultó herido, mientras que en los sucesos de enero —cuando una turba de seguidores del entonces presidente Donald Trump irrumpió en los predios del Congreso— murió un guardia mientras que otro se suicidó poco después.
Gran cantidad de agentes están considerando jubilarse anticipadamente, algunos comandantes han renunciado y los que se han quedado han sido objeto de duras críticas. Los sucesos de los últimos cuatro meses podrían alterar no sólo el funcionamiento de dicha fuerza policial sino también la norma según la cual el histórico recinto legislativo debe permanecer abierto al público.