Después de temporadas complicadas y de malas decisiones, la asamblea general del Hertha Berlín acaba de confiar la presidencia a un antiguo «Ultra»: una novedad en Alemania donde las relaciones entre dirigentes y aficionados hipertradicionalistas son a menudo tensas.
Hace tres años sin embargo, los jefes del gran club de la capital se frotaban las manos: un inversor con una gran fortuna, Lars Windhorst, montaba a bordo. El legendario Jürgen Klinsmann se convertía en entrenador. Y el club blandía una ambición: llegar de manera regular a competiciones europeas para ser por fin «el club de una gran ciudad».
Klinsmann dimitió después de 80 días, seis entrenadores le han sucedido desde entonces y el Hertha se salvó ‘in extremis’ del descenso la pasada temporada, ganando la promoción contra el Hamburgo, tercer clasificado de la segunda división.