Un niño de entre 9 vivió en completa soledad, sin la presencia de adultos y durante dos años, en un apartamento de un complejo de viviendas sociales en el poblado de Nersac, al oeste de Francia, cuya situación pasó desapercibida entre los pueblerinos, revelando la sorprendente falta de interconexión y vigilancia en la comunidad.
El pequeño, que se alimentaba de conservas, bollos y a veces tomates de un huerto vecino, subsistió sin electricidad ni calefacción en temporadas, careciendo incluso de agua caliente. A pesar de estas condiciones, asistía a la escuela regularmente, presentándose limpio y bien vestido, destacando como un buen alumno.
«Era sonriente, muy buen estudiante, siempre limpio, educado… No había señales de que hubiera sido abandonado», confirmó Barbara Couturier, alcaldesa de Nersac.