La obsesión de Vladimir Putin con Ucrania

Con sus soldados en las fronteras ucranianas, Putin reclama ni más ni menos que la Alianza Atlántica vuelva a sus líneas de 1997 y renuncie a la arquitectura de seguridad de la Guerra Fría

El presidente Vladimir Putin tiene una obsesión: que Ucrania vuelva al redil en nombre de la grandeza de Rusia, aunque para ello tenga que usar más el garrote que la zanahoria.

Para muchos rusos de su generación, que cantaron odas a la gloria de la URSS, el fin de la Unión Soviética y su esfera de influencia en tres años (1989-1991) permanece como una herida punzante.

Putin, entonces oficial de la KGB en Alemania Oriental, vivió la derrota de primera mano. Y, según se dice, sufrió las miserias que cayeron sobre tantos de sus compatriotas, obligado a regresar clandestinamente a Rusia.

La humillación y la indigencia de la antigua URSS contrastaron con el triunfalismo y la prosperidad de Occidente.

Eso lo convenció, según ha dicho, de que el fin de la URSS fue «la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX», el cual vivió también dos guerras mundiales.

Ello alimentó en él un deseo de revancha, mientras la OTAN y la Unión Europea (UE) se expandían para incorporar a los antiguos vasallos de Moscú.

Para el presidente ruso, su misión histórica era frenar la invasión de su zona de influencia. En nombre de la seguridad de Rusia, Ucrania se convirtió en una línea roja.

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