Infame Demolición

Crónicas del poder

“…Es tiempo de reconstruir sobre lo construido…”

La política es un ejercicio que comúnmente destruye con más facilidad de lo que construye, incluso alguna máxima de sabiduría afirma que “el poder entroniza a los canallas y corrompe a los virtuosos”, en ese sentido en el México de hoy se puede contrastar esta naturaleza dominante en estas prácticas de poder. Desde el mismo uso de la palabra pública en su dimensión populista, con la demagogia concebida ya como casi virtud estratégica de cinismo rampante, hasta la dominación masiva de las inteligencias ciudadanas por parte del enjambre digital de las fake newsy la disolución casi absoluta de la verdad en el sucio caldero mental de las mentiras y engaños que de manera inescrupulosa invaden las conciencias individuales.

La destrucción es premisa de gobierno. Pareciera una contradicción en términos pero no lo es, en verdad que desde la lógica de la oposición que hoy permite casi cualquier patraña para conseguir el éxito y trepar al poder, al parecer todo vale, sin embargo, en su conversión al ejercicio gubernamental de dicho poder, la “inventiva” libre, frívola, chabacana o francamente infame del ejercicio impúdico de campaña, choca frontalmente con la impotencia para acceder al racional y creativo proceso de toma de decisiones que implica el indispensable ejercicio de gobernabilidad o gobernanza.

El ejemplo típico hoy es la administración federal que preside AMLO, que, a pesar del show de las mañaneras, exhibe una insolente realidad de ineptitud nefasta para el país, detrás del circo de las distracciones del tabasqueño está la feria de la destrucción. Estamos por iniciar el segundo tramo del sexenio y lo que podemos ver del curso recorrido es una estela de ruinas. Ya la RevistaNexos ha hecho un inventario de la devastación del actual gobierno federal. Vale la pena recorrer el territorio de las destrucciones. Desaliento a la inversión, derroche y asfixia presupuestal, exterminio de instituciones, detrimentos del patrimonio. La aniquilación de programas, proyectos, fideicomisos, oficinas, fondos recorre todas las órbitas de la administración. Salud, energía, educación, cultura, ciencia padecen una merma severísima en sus capacidades institucionales. De hecho, puede ya realizarse un recuento de precisión notarial en lo que respecta a la suma puntual de los daños, esto sin contemplar las intrusiones e intentos de colonización o franca extinción de organismos autónomos institucionales, que también genera su propia secuela de infamia.

Es en esos afanes donde puede encontrarse eficacia en el gobierno federal. Se ha propuesto la destrucción y su tasa de éxito ha sido enorme. Una gigantesca bola que se columpia hasta reventar el último ladrillo en pie del neoliberalismo. La política del nuevo régimen se contiene, en efecto, en una bola de demolición. Esa pesada pelota de acero macizo que cuelga de una grúa para arrasar columnas y paredes es el instrumento primordial de la administración. Ahí está resumida la tosquedad de su política y el núcleo de sus orgullos. Contemplar, hecho polvo, el edificio del pasado. Así de rudimentaria es su ingeniería; así de pobre su imaginación.

Así como se exhibe esa práctica política depredadora a nivel nacional, la disputa por el poder en los contextos estatales y municipales también muestran esa patética corrosión institucional y social. En el caso concreto del mapa electoral en el estado de Chihuahua, acabamos de observar cómo las campañas de linchamiento, engaño y sospechas fundadas de mafias entronizadas con el escudo de candidaturas importantes en la ambición de posesionarse en los espacios de poder electivos, han hecho valer el espíritu de destrucción para hacerse de fama y éxito con rentabilidad electoral.

Esperemos que los próximos gobiernos respectivos de María Eugenia Campos Galván, “Maru”, en el estado, así como el de Cruz Pérez Cuellar en la alcaldía de Ciudad Juárez, no se sustenten hasta el hartazgo en el alargamiento del linchamiento del quinquenio de Javier Corral, inventariando, literalmente las obras públicas o institucionales a demoler y que dejará como legado crítico el gobierno de Corral próximo a su fin. El patrimonio es y será del pueblo de Chihuahua, de la sociedad chihuahuense propiamente, sin duda, que se combata con efectividad la corrupción y que el enmascaramiento de la aplicación de la ley no se continúe en la acción administrativa de dos personajes que, en su respectivo contexto y proporción, llegan al poder en una turbia atmósfera de sospechas en relación a sus pasados recientes y al grupo político duartista al que innegablemente pertenecieron o pertenecen.

Complejo gobernar sin un esquema convincente de concepción real del poder y un ideario creíble y convincente de propuestas de intervención pública, además enfrentando severas impugnaciones de carácter legal, de textualidad jurídica, no de corte mediática y populista. Ojalá y asomen sus virtudes, que deberán poner en ejercicio en su mandatado y obligado ejercicio de servicio público, de respeto sin ambages a la inteligencia y condición de ciudadanía, Es muy angosto el margen de maniobra para el engaño, en Chihuahua no es atractivo el populismo, tampoco el clientelismo identitario, difícilmente podrán gobernar con amañadas encuestas o con simulaciones de inducción falaz de opinión pública.

Es hora que nuestros próximos gobernantes muestren en los hechos su capacidad de gestionar y gobernar, de llamar a la unidad desde el poder con los logros evidentes de la administración pública exitosa. Sin dejar de ninguna manera de lado el repudio y combate a la corrupción, es también hora de pensar que el pasado es objeto temático de la historia, así como el futuro es el campo fértil y creativo de la política.

Es tiempo de reconstruir sobre lo construido.

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