Hay quienes celebran y dicen que el pasado domingo se le asentó un buen golpe electoral a MORENA, incluso hay quienes presagian que en esta segunda mitad del régimen obradurista le irá mejor al país y que se ha abierto el camino para desplazarlo en el 2024.
Desconocemos de dónde sacan tan optimistas conclusiones; porque por más que se maquillen los números y se recurra a la palabra de moda ‘‘contrapesos’’, MORENA terminó gobernando en 17 Estados del país, el PRI perdió sus 8 gobiernos locales y se fue en ceros, el PAN gobernaba 4 y perdió 2, el PRD se está tardando en desaparecer y la famosa alianza no ganó ninguna gubernatura.
Resultados que demuestran que los partidos no han reflexionado con objetividad y alto sentido de autocrítica sobre sus enormes desaciertos en la administración del país. La ciudadanía se rio de sus alianzas y vio que efectivamente, el PRIAN se quitaba la máscara y con vergonzoso cinismo salía a recorrer las calles pidiendo la confianza de la gente, bajo el slogan de ‘‘Ahora sí no te vamos a fallar’’.
En las elecciones para diputados federales las cosas fueron ligeramente distintas, sin que esto signifique que se haya obtenido una victoria apabullante en contra del régimen; lo que ocurrió fue sencillamente que la clase media salió a votar por aquel que le pudiera ganar a MORENA sin importar colores, pero ahí no hay ningún mérito para la partidocracia y ninguna razón para que se hagan tantos festejos.
Lo que ocurrió fue una simple redistribución en la Cámara de Diputados en la que MORENA y sus aliados se quedaron con 280 legisladores y los que se dicen de ‘‘oposición’’ con 220. El gran perdedor fue el PES, que no pudo mantener ninguna de sus 56 diputaciones y hasta perdió su registro, junto con RSP y FxM (cosa que sí debemos celebrar).
Sin embargo, en esta división tan esquemática de ‘‘buenos y malos’’, existe una enorme falla, porque se depositan las esperanzas del país en los números y no en la razón de lo que le es mejor; se olvida el hecho probado de cada bancada procura el beneficio de sus intereses particulares y que estamos repletos de legisladores con voluntades flojas que ante la tempestad prefieren doblegarse ante el tirano.
De ahí que no nos sorprendamos cuando el PRD, MC y el PRI, llegado el momento y con la motivación correcta, terminen respaldando la desaparición del INE, la reelección del tirano y todas las reformas que se requieran para perpetuar la tan sobrevalorada 4T. Y ¿Cómo es que anticipamos eso? Pues por la sencilla razón de que estos partidos tienen muchas más coincidencias ideológicas con MORENA que con las del PAN, e incluso en este último podrían encontrar los votos que necesitan.
Porque si de algo se está caracterizando esta politiquería, es en ser descaradamente convenenciera. Hoy se dicen estar en contra del tren maya y la desaparición de los fidecomisos, pero el día de mañana pueden cambiar su discurso y decir que MALO es y será el mejor presidente de México. Tal vez para temas presupuestales sí le entren al debate, porque hablamos de la repartición del dinero y ahí sí, todos son muy buenos para el uso de la tribuna.
Pero, ¿qué pasará cuando los temas del aborto, la ideología de género, la eutanasia y la libertad religiosa se presenten de nueva cuenta en el Congreso? Pues en ese momento, quedaremos nuevamente en la orfandad y será evidente que está súper alianza que se ha conformado para vencer el despotismo, habrá sido una humareda más mediante la cual lograron obtener algunos cuantos curules. Esperamos equivocarnos, esperamos que no sean estas las palabras fatalistas que neutralizan y que nos llevan a pensar que todo está perdido y que nada nos resta por hacer. Hay que rescatar a la política y emprender una cruzada de reconquista que ennoblezca de nueva cuenta la vida de nuestro pueblo, pero para ello, debemos permanecer alertas y no caer en ilusiones ópticas; en espejismos de oposición.