Por: Sergio Armendáriz
“…Primero el INEE, ahora sigue el INE…”
AMLO no exhibe en el reducido altar de sus ídolos patrios a ningún gran educador mexicano, por el contrario le causa escozor el sentido liberal y crítico que la educación como proceso social contiene. De ahí que desprecie la vital conducción nacional que la Educación implica como función de Estado, para muestra el botón de su “Delfina” que simple y llanamente representa la nula percepción de la trascendencia que la educación ha representado históricamente para la sociedad mexicana. Todo este asunto es un reflejo de los conflictos que este régimen federal mantiene en contra de las instituciones educativas en México, por ejemplo y de manera visible el CIDE, la UNAM, la UdeG el Tec de Monterrey y la UDLAP, mas las que se acumulen.
Hay un profundo desprecio populista en contra de la educación, la cultura, la ciencia, la academia y la tecnología que se generan de manera sistemática y metódica en estas instituciones generadoras de saberes profesionalizados. Es pavorosa la regresión de los esfuerzos de política pública educativa que se construyeron en los trabajos de la Reforma Educativa del pasado reciente, especialmente el núcleo programador y regulador representado por lo que fue el Instituto Nacional de Evaluación Educativa, el INEE.
Hoy nada sustituye o compensa a las bondades que este organismo tuvo en su misión institucional, la barbarie de su destrucción prácticamente impune fue total, las consecuencias, sin duda, resultarán funestas para una sociedad urgida en integrarse al flujo globalizador de lo que se denomina la Cuarta Revolución Industrial, con el acompañamiento de un magisterio nacional abandonado a su clientelista suerte. Voces Libres recoge una opinión perspicaz y breve, pero categórica, de un intelectual nacional, en torno a esta vergonzosa circunstancia de impunidad garantizada, no la única por cierto, que pinta de cuerpo entero las aberraciones de la “administración populista” Va pues en este sentido.
“…Es un hecho, investigado y sancionado ya por el Instituto Nacional Electoral, que la actual secretaria de Educación Pública, Delfina Gómez, descontó durante años 10 por ciento de los sueldos del personal del ayuntamiento de Texcoco, donde era presidenta municipal, para entregarlo a un grupo que lo entregaba después a Morena. Eran 550 empleados a los que les descontaron en total 13 millones de pesos. El hecho, documentado por el INE, debería dar paso a un juicio penal pues los delitos electorales son ahora delitos graves. Pero la ex presidenta de Texcoco no ha ido a juicio, sino a sentarse en la oficina donde en tiempos menos estelares que los de hoy despacharon José Vasconcelos, Jaime Torres Bodet, Agustín Yáñez o Jesús Reyes Heroles. La educación pública de México vive un momento crítico de su historia: Por los dos años de pandemia que han separado a jóvenes y niños de años cruciales de aprendizaje. Y por la expulsión del sector educativo de todo esfuerzo institucional para medir el rendimiento de las escuelas, evaluar el aprendizaje y buscar la excelencia…”
“…El actual gobierno destruyó el instrumento idóneo que había para eso, el Instituto Nacional de Evaluación Educativa –INEE- y devolvió el sector a la opacidad de los vicios combinados de la burocracia educativa y el poder sindical. Sólo así pudo llegar al puesto una maestra como Delfina Gómez, capaz de confundir en un discurso los estados de Sonora y Jalisco. A esta renuncia pedagógica hay que añadir ahora la renuncia moral de que quien preside el sector no es un personaje intachable, alguien que si no puede conducir la educación con lo poco que le han dejado en la mano, la conduzca al menos predicando con el ejemplo. No es eso lo que puede hacer Delfina Gómez. Con su ejemplo de delincuente electoral y de autoridad abusiva con sus empleados, predica todo lo contrario de lo que uno quisiera que los mexicanos aprendieran en las aulas. El ejemplo pedagógico y el ejemplo moral de Delfina Gómez en la SEP van a ser mucho más caros que el despojo salarial de los empleados de Texcoco…”
Para qué queríamos al INEE, si nos esperaba Delfina.