La no reelección representa un anhelo de libertad… lo contrario es el continuismo de un hombre o de un grupo reducido de hombres en el poder, que hacen degenerar a los gobiernos en tiranías absurdas…”, alegaron en la tribuna entusiastas integrantes del Partido Nacional Revolucionario en abril de 1933.
El padre del PRI aún tenía fresca la bandera de “sufragio efectivo, no reelección” que desembocó en la Revolución Mexicana, y aunque la Constitución de 1917 permitía contender en forma consecutiva por una diputación federal, el entonces joven partido dejó impreso su temor en la exposición de motivos de la iniciativa de reforma al artículo 59 constitucional:
“Son muy conocidos los hechos históricos que confirman la tesis… Dos ejemplos que corresponden a diversos períodos de tiranía y continuismo: los del general Antonio López de Santa Anna y Porfirio Díaz.”
Ese 1933, por vez primera en la historia mexicana, se dejó claro que nunca más habría reelección legislativa. Sin embargo 31 años después, el 13 de octubre de 1964, Vicente Lombardo Toledano alegó desde la misma tribuna, y en representación del Partido Popular Socialista, que dicho freno “impedía la formación de cuadros parlamentarios dotados del necesario rigor profesional en dos periodos sucesivos, pero no para un tercero inmediato”.