En las ruinas de un anfiteatro de la base de Mazzeh, suroeste de Damasco, Riad Halak recuerda las torturas que sufrió mientras busca pruebas de su detención en lo que fue la sede del poderoso servicio de inteligencia de la Fuerza Aérea siria.
Días después de la caída del presidente Bashar al Asad, derrocado por una coalición rebelde, al cabo de 13 años de una guerra civil devastadora, Halak recorre ese siniestro lugar donde estuvo detenido un mes.
Al inicio de la movilización popular de 2011, que precedió la guerra civil, el padre de tres hijos y sastre de profesión fue detenido cuando asistía al funeral de unos manifestantes abatidos por las fuerzas de seguridad gubernamentales.





