Familias mexicanas despiden a migrantes que murieron en tráiler de Texas

Los hermanos Jaír y Yovani migraron porque querían ganar dinero y abrir una zapatería en su comunidad, en Veracruz.

Después de días de preparativos y de juntar donativos para los funerales, San Marcos Atexquilapan, una comunidad de montaña del este de México, comenzó este jueves a velar a tres muchachos que murieron en un tráiler en San Antonio, Texas, hace dos semanas junto a otros 50 migrantes mexicanos y centroamericanos.

Desde el miércoles por la mañana el pueblo era un trasiego de gente que se alistaba para dar el último adiós a los hermanos Jaír y Yovani Valencia Olivares, de 19 y 16 años, y a su primo Misael Olivares, también de 16.

Las mujeres limpiaban hojas de plátano para los tamales, otras los cocinaban y los hombres acarreaban sillas de unas casas a otras mientras los más jóvenes, amigos y primos de las víctimas preparaban un mural con sus fotos adornado con flores.

Escenas similares se repetían en otros puntos de México donde en las últimas horas llegaron los cuerpos de 16 de las víctimas del peor suceso vinculado al tráfico de migrantes que ha tenido lugar en territorio estadounidense.

Entre la tarde y noche del miércoles llegaron al país dos vuelos de las fuerzas armadas mexicanas procedentes de San Antonio con los restos mortales de 16 víctimas. La cancillería informó en un comunicado que el jueves habrá al menos un vuelo más para completar la repatriación de 25 de los 26 mexicanos fallecidos en Texas a pedido de sus familias.

En la tragedia perdieron la vida además 21 guatemaltecos y seis hondureños, cuyo traslado a sus países también se espera que sea pronto.

Varios eran adolescentes, como los primos Olivares, que serán enterrados el viernes. Su despedida congregó a cientos de personas de esa zona de la sierra veracruzana porque los jóvenes jugaban en un equipo de fútbol local y eran muy conocidos.

“No lo puedo aceptar”, susurró Yolanda Valencia, la madre de los dos hermanos, mientras esperaba la llegada de los féretros. Los cuerpos iban a ser recibidos de madrugada en la entrada del pueblo por familiares y amigos y llevados a hombros hasta la casa del abuelo, donde se instaló el velorio.

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