Enfermera de IMSS denuncia acoso tras protestar por falta de insumos

La hermana de Belén murió por covid-19 en el hospital donde ella trabajaba, los directivos nunca dejaron que ella la apoyara

La enfermera Belén Ramírez González ha acompañado en los momentos más difíciles a más de 800 pacientes a lo largo de la pandemia, pero cuando solicitó asistir en su horario libre a su propia hermana en el mismo Hospital General Regional (HGR) 1 “Dr. Carlos MacGregor Sánchez Navarro”, la respuesta fue negativa y debió esperar en plena calle la notificación de su deceso.

Su hermana Elizabeth Rocío, quien tenía 55 años, fue internada el 2 de diciembre y falleció por covid-19 el pasado 6 de diciembre. “Me dijo, antes de ser intubada, que sabía que no iba a salir, que ya había llegado su tiempo, que cuidara a nuestra madre, Lilia González Silva (de 75 años) que no la dejara sola”.

​Un día después, cuando Ramírez González acudió a dicha unidad médica, no recibió condolencia alguna sino un oficio con la denuncia de un anónimo tramitada ante el Órgano Interno de Control del IMSS y la Secretaría de la Función Pública.

Un documento oficial con fecha del 9 de octubre, sellado como recibido el 10 de noviembre por el HGR 1, dirigido por Arturo Hernández Paniagua, entregado a la enfermera el 7 de diciembre, justo un día después de la muerte de su hermana, y que contiene una denuncia anónima que data de siete meses atrás.

Según la denuncia anónima, el 9 de mayo, Belén Ramírez “solicitó dinero” a su cuenta a través de Facebook para “cubrir el desabasto de insumos” en dicha unidad médica del IMSS y ante lo cual “el Dr. Chacón le indicó al promovente que si acaso la población o él deseaban apoyar al HGR1, se recibían donaciones en especie, jamás monetarias; por lo antes narrado el promovente denuncia la situación y pide sea investigada dicha irregularidad”.

Ramírez González tiene 18 años de trabajar en dicha unidad médica sin tener algún antecedente de mala conducta en su expediente. Tal vez su gran error, comenta, fue sumarse, como todos sus compañeros, a las múltiples protestas públicas en las avenidas registradas desde marzo para exigir más personal y equipo de protección para atender la emergencia sanitaria.

La respuesta por entregar la petición colectiva de los trabajadores que se han “enfermado y muerto por covid” ha sido el “acoso”. Se le retiraron sus derechos sindicales bajo argumentos “falsos” de atentar contra la organización, y lo único que realmente tienen es su poder es la imagen fotográfica de una enfermera agotada, que después de contagiarse de covid-19, se recostó por unos minutos a causa de las secuelas.

Y ahora, los directivos de esa unidad médica de segundo nivel del IMSS, le entregan ese oficio de un anónimo que tiene como única intención “cansarme” y “rescindir mi contrato”.

“No tienen de dónde ni forma de demostrar algún acto irregular que yo haya cometido. Éste tipo de estrategias de acoso son comunes para desprestigiar, cansar, dañar la imagen del personal que dicen protegen y están orgullosos por estar en la primera línea de la batalla“.

Ahora, su tiempo libre, en lugar de dedicarlo a honrar la memoria de su hermana, a quien catalogó casi una madre, se le ha ido en tramitar todo tipo de papeles legales para defenderse de la acusación anónima, del retiro de sus derechos sindicales y en limpiar su imagen laboral de supuestamente estar pidiendo dinero por redes sociales, pruebas que no son admitidas en ningún juzgado, cuando lo único que ha aceptado para su gremio son esas donaciones públicas y legales.

Ramírez González ignora, hasta la fecha, por qué tanto maltrato hacia su persona. “Alcé la voz, como muchos de mis compañeros, para obtener medicamentos, insumos, más personal y mejores condiciones en favor de los pacientes y de los trabajadores”.

En sus redes sociales, lo único que hizo fue “agradecer que una maestra donara a ella y a algunos compañeros googles de alta eficiencia, de uso rudo, y jamás pedí dinero, esa cuenta bancaria que me achacan no es mía. Esas son majaderías.

“Sé que mis compañeros tienen miedo de esos acosos, de prestaciones como la caja de ahorro que es de los trabajadores, no del sindicato, y tener acceso a préstamos. Yo ya metí mi queja ante la Comisión de Derechos Humanos y ante la Procuraduría Federal de la Defensa del Trabajo (Profedet)”.

«Interné a mi hermana en mi hospital, creía que iba a estar con ella»

Su dolor ahora, además, se centra en saber que “después de cuidar con cariño, esmero, profesionalismo a tanto paciente desconocido, no tuve la oportunidad que me gané por derecho de estar asistiendo hasta el último momento a mi hermana”.

Elizabeth Rocío González Silva, su hermana, tiene los apellidos de su madre por decisión de sus abuelos que en esa época consideraron que era lo correcto por estar embarazada siendo adolescente y sin estar casada. “La registraron como su hermana, pero siempre supimos que éramos hermanos”.

Elizabeth Rocío, maestra a punto de jubilarse, siempre estuvo atenta de sus hermanos menores cuando años más tarde su madre se casó, “yo la despertaba muy temprano para que me peinara antes de irme a la secundaria. Tenía 13 o 14 años y no me sabía peinar. Siempre vio mi bienestar, me apoyó cuando hice el posgrado, las especialidades, prácticamente pagó mi carrera”.

Su hermana no pudo tener hijos pero solía rescatar mascotas de la calle y dos de ellas se quedan esperando hasta la fecha en la reja de la casa su regreso. “Todas las cenizas de las mascotas que rescató por años se fueron con ella, en su ataúd”.

Si bien la hermana se cuidaba mucho de la pandemia, en el proceso de efectuar los trámites de jubilación se encontró con una conocida y ahí seguro se contagió, porque dicha amiga murió una semana antes.

Como enfermera y familiar, Belén internó a su hermana “en mi hospital aunque ella tenía ISSSTE, porque sabía que yo iba a estar con ella en todo momento. “Yo te prometo, le dije, que voy a estar contigo hasta el último momento, entonces mi hermano la preparó, la internó, porque ya no podía respirar»

Llegó a internarse saturando 70 por ciento de oxígeno en sangre. Por esa razón, Belén Ramírez solicitó ingresar un aparato que “mejoraría la perfusión“ y aunque siempre recibió un no como respuesta, lo metió y, en efecto, elevó a 90 sus niveles de oxigenación.

Con ese aparato le dio tiempo a su hermana de despedirse de su esposo, de su madre y dar instrucciones para evitar dejar problemas legales a la familia.

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