Billie Eilish es una mujer de momentos: en el más reciente se convirtió en la mujer más joven en ganar un Oscar en la categoría de Mejor Canción Original por su tema No Time To Die para la última película de Daniel Craig como James Bond, Sin Tiempo para morir. Ella y Finneas, su hermano y productor, recogieron la estatuilla.
Deben estar acostumbrados al tema de las galas, porque algo inaudito tendría que pasar para que no ganen alguna de sus siete nominaciones a la gran noche de la Academia del Grammy gracias a su segundo material Happier Than Ever.
Incluidas tres de las cuatro categorías principales: Grabación, Álbum y Canción del año. La única que le faltó es Mejor Artista Nuevo, la cual ya se llevó en su momento con el disco When We All Fall Asleep, Where Do We Go?, en 2019. Ya lo veremos el domingo durante la entrega.
Este álbum tuvo cambios en todo el concepto siniestro que la caracterizó, desde su inmersión a un pop más inspirado por el jazz y su sesión de fotos que le permitieron expresar mucho más su madurez como mujer. Se quitó toda clase de prejuicios y erradicó las batallas internas para entregar un trabajo de transición.
Por medio de estas canciones otorga su propia perspectiva de la belleza y sensualidad, la edad y lo ridículo de estar en una posición como famosa.
Empecé a sentirme como una parodia de mí misma, que es algo bastante raro. Intenté escucharme para decidir qué es lo que en verdad me gustaba, en lugar de pensar en lo que me hubiera gustado en el pasado. Analicé mi presente”, dijo para Apple Music.
Sin perder su espíritu rebelde. Por ejemplo, los críticos de moda en el Oscar seguramente obviaron su declamación llamada Not My Responsibility, en el mencionado álbum, de otra manera se hubiera ahorrado la respuesta que Billie les dio a todos los que la calificaron como la mujer peor vestida en la gala del Oscar.
En esta canción, con un downtempo bastante envolvente, Billie se tira contra la gente que la suele señalar por su música, su manera de vestir, su actitud; como estereotipan a la generación a la que pertenece y a todos los que la siguen.
En un sentido más estricto, juzgar la apariencia de los demás es cosa de idiotas y del pasado. ¿Mi valor está basado en tu percepción o la opinión que tienes de mí no es mi responsabilidad? Aquí radica el valor de la californiana, ha transgredido los valores de todo aquel que creía que una estrella del pop necesariamente debe tener cuerpo, vestimenta y actitud determinada.
Creyeron que las Britney, Christina y Katy Perry nunca iban a cambiar, hasta que conocieron a la chica de los ojos tristes, de las sombras verdes, del vestido negro, largo; pequeña y con una actitud más radical que las otras. Billie y su hermano han dado un salto al futuro de lo que conocemos como pop, el mismo que ya dieron en la música latina Rosalía, C. Tangana, La Mala Rodríguez y otros artistas haciendo añicos cualquier tipo de clasificación.
La cachetada de Will Smith a Chris Rock pudo tener más resonancia que su logro y el de CODA: Señales del corazón, sin embargo, quedarse con una de las categorías madre le daría redención a una de las artistas más progresistas de esta década. Claro, la tiene difícil, porque todas las apuestas están en la obra de arte de Jon Batiste, We Are, contendiente en 11 categorías.