Con las excepciones de Cuba, Venezuela y Nicaragua, América Latina dio la espalda a Rusia en la invasión de Ucrania, pero Moscú puede guardarse algún as en la manga y sorprender con una provocación «simbólica» en la región para desafiar a Estados Unidos.
Últimamente, incluso cuando ya se oían tambores de guerra en Ucrania, Rusia ha estado haciendo un frenético despliegue diplomático por América Latina, zona de influencia de Estados Unidos, en busca de aliados.
La semana pasada, el presidente ruso, Vladimir Putin, recibió a su homólogo brasileño, Jair Bolsonaro, en Moscú, donde antes ya se había reunido con el argentino, Alberto Fernández, quien incluso le ofreció que su país fuera una «puerta de entrada a América Latina».
Pero, en cuanto los tanques entraron este jueves en Ucrania, ambos rechazaron el uso de la fuerza armada, al igual que la mayoría de los países de la región.
A Michael Shifter, presidente del think tank Diálogo Interamericano, no le extraña. «La relación comercial con Rusia es muy limitada y el riesgo de alinearse con ella no compensa el beneficio», declaró a la AFP.
Putin tiene tres aliados en la región -Cuba, Venezuela y Nicaragua- que se posicionaron de su lado más que nada «por intereses ideológicos y transaccionales», señala Christopher Sabatini, investigador del think tank Chatham House.
El mismo día del comienzo de la invasión en Ucrania, una delegación oficial rusa, encabezada por el presidente de la Cámara Baja del Parlamento, Viacheslav Volodin, llegó a Nicaragua para reunirse con el mandatario Daniel Ortega, quien una semana antes había hablado de temas económicos y militares con el vice primer ministro ruso, Yuri Borisov.