«Chambismo» cartelizado y mafiocrático

Crónicas del Poder

Por

Sergio Armendáriz

 

“…Tengan pa’ que se entretengan…”

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   Los exgobernadores son ya clientes de AMLO. Les está ofreciendo por lo pronto un “menú” anclado en el servicio exterior, sin importar demasiado las cartas credenciales que exhiban para ocupar dichos cargos de manera pertinente. La estrategia, siempre mezclada con sabor a ocurrencia, no es innovadora de origen, ya otros presidentes de México han nombrado políticos de oposición sin formación diplomática, en encomiendas de carácter eminentemente políticas.

   La efectiva novedad de lo que AMLO con su habitual desparpajo discursivo populista hace, consiste en proponer o plantear “en serie” los potenciales nombramientos o designaciones, como por ejemplo fue la semblanteada al exgobernador de Chihuahua, Javier Corral, con el cual se especuló precisamente en una factible designación por parte de AMLO en la hoy vapuleada y escandalosa Embajada de México en España, o bien en el Consulado respectivo de Barcelona en aquél país, hoy tan controvertido por el mismo López Obrador y su gobierno. 

   Hoy, el nuevo distractor es el anuncio del futuro y próximo nombramiento de Quirino Ordaz Coppel para, ahora sí, ocupar la referida titularidad de Embajador en el país español. Este personaje ha sido controvertido por sus muy probables “simpatías” con grupos de narcotráfico en la región sinaloense, aparte de no contar con la menor experiencia en cuanto al oficio de la diplomacia exterior, ni tampoco el reconocimiento público por poseer credenciales legitimantes de ejercicio cultural pertinente al desempeño de su potencial y próximo cargo. Manda a Ordaz a España para “restablecer plenamente” las relaciones que él mismo destruyó, pero continúa demoliendo con sus señalamientos de corruptas a empresas españolas. Según un magnífico periodista, “…López Obrador quiere jugar con todos, aunque no tenga otra intención salvo la de salirse con la suya. Se debe sentir intocable, pero en realidad es notable la bisoñez con la que mangonea la política exterior, donde lo único que explica la mecánica de su mente es una cada vez más notoria psicosis y esquizofrenia…”

   También se baraja hoy el nombre del próximo exgobernador de Nayarit, Antonio Echavarría, de quien aún el mandarín de Palacio Nacional no determina su futuro burocrático, aunque no se descarta que pudiera ser “acomodado” en algún rincón propicio del servicio exterior al que AMLO decida usar sin el mayor empacho, desde su omnímodo poder político apropiado del aparato del gobierno federal, a final de cuentas, el tabasqueño es muy poco preocupado por los asuntos que tengan con ver con los límites que rebasen las fronteras de lo “aldeano”, a excepción de su mundialmente sabida efectividad en el uso de la Guardia Nacional para aporrear migrantes centroamericanos.

   Aparte de las consideraciones abigarradas de la no menos abigarrada imagen de la política exterior de la actual administración federal, en la cual AMLO evidencia con ostentación penosa actitudes de prepotencia, ignorancia, improvisación e ineptitud, el factor político, el escenario propiamente político, remite a una situación agravada de descomposición de las organizaciones partidistas, el fenómeno de “Cartelización” de las mencionadas organizaciones ha difuminado las viejas identidades de estas obsoletas instituciones que hoy resultan ser simplemente franquicias desgastadas al extremo y trampolines para legalizar asaltos a los generosos presupuestos públicos que el sistema electoral mexicano les provee.

   La “Cartelización” es una especie de conversión “Mafiocrática” que desvirtúa cualquier vocación institucional de origen y transforma a estas organizaciones en espectros colectivos y mafiosos que se unifican por sus aspiraciones por generar rentabilidades de representación parasitaria del cuerpo social que reconocemos precisamente como Sociedad Civil o bien desde otra óptica conceptual como Pueblo, en  realidad, la “Cartelización” y la operación “Mafiocrática” operan como una entidad en estado de simbiosis perfecta.

   Debido a esa circunstancia, los políticos que dejan sus respectivas atribuciones constitucionales de poder estatales, terminan por asumir una especie de inscripción “mostrenca” de sus filiaciones formalmente partidarias, sus viejas agrupaciones están prácticamente esfumadas por sus prácticas de “pragmatismo promiscuo” que realmente los han devastado institucionalmente, con el consentimiento de sus cuadros directivos que han propiciado la parasitación interna de sus rendimientos como agrupaciones de interés público en la disputa por el poder político.

   Nada pues para sorprenderse de lo que está pasando con el “neochambismo serial” de estos cuadros políticos que con simpleza o complejidad están abandonando, renunciando o francamente desertando de los partidos que les han permitido entre otras cosas afianzar dinero y poder que son manifestadas en ocasiones con insolencia delante de una sociedad resentida por estos esquemas inescrupulosos de apropiación del patrimonio público. El Populismo se asienta precisamente en la destrucción de los partidos políticos que han poblado el accionar de la democracia constitucional, AMLO se encuentra a sus anchas ladinas observando y promoviendo este “manoseo” de las imágenes partidistas y de sujetos políticos que consienten en este proceso de consolidación populista, efectivamente autodestructivo, realmente suicida.

   ¿Hasta dónde llegará esta dupla de “Cartelización-Mafiocracia”? Con certeza esto dependerá de la preservación de las instituciones que México complejamente se ha dado en ya más de tres décadas para regular los apetitos incontinentes de poder de la “Mafiocracia Parasitaria”, un país que no está a la altura desafiante en el sentido educativo y cultural para percatarse del peligro del “embrujo populista”, un país que de manera totalmente legítima ha habitado el espacio ácido del resentimiento y el rencor, del continuado engaño, de la burla a la largamente anhelada justicia social.  

    Por lo pronto, las “piececitas” del tablero político de AMLO se mueven al ritmo del flautista populista y agradecen su degradación de peleles de oportunidad. Esa es la infame gestación de nuestra insigne nueva “diplomacia cultural”.

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