El triunfo de la demagogia
Por José Eduardo Limón Camacho.
Analista
Ya lograron lo que querían, tuvieron su ridícula consulta y fueron tema constante en las columnas, programas de radio y de televisión; se debatió en los cafés, en los bares, en las sobremesas y hasta en las visitas a la abuelita: la Consulta Popular fue y será, tema de dominio público y con eso logrará su propósito.
Desde la campaña presidencial, MALO prometía cada disparate, que consiguió ser lo suficientemente atractivo para que una ciudadanía cansada de escuchar el mismo discurso de los políticos de siempre, lo favoreciera con su voto; fue ahí donde encontró su aplastante victoria, donde jugó con el resentimiento y el hartazgo popular y donde logró convencer a la mayoría del electorado de que emprendería un movimiento ‘‘transformador’’ que sacudiría al país.
Y aunque para muchos la rifa del avión, la construcción del tren maya y del aeropuerto de Santa Lucía o la misma consulta popular eran temas que hacían fruncir el ceño, decidieron creer que todo era un tema de campaña y que una vez en la silla presidencial, no andaría diciendo estulticias y se dedicaría a gobernar, pero sobre todo, emprendería una batalla colosal para romper con el pacto de impunidad.
Su retórica en contra de “la ‘mafia del poder’’ resultaba sumamente atractiva; el saber que aquellos políticos que tanto le han robado al país y han frustrado los sueños de millones de mexicanos podrían enfrentarse a la justicia mexicana, resultaba y seguirá siendo, una de las principales exigencias de nuestro pueblo. Así fue que el mexicano se aventuró a confiar en MALO y en su partido, más como un gesto de desesperación que como una certeza de que el país tomaría un rumbo mejor.
Bien pronto caímos en la cuenta de que todas sus palabrerías, formaban parte de una retórica hueca y totalmente demagógica en la que sus acciones no acompañan sus ‘‘buenas’’ promesas. El presidente sigue en campaña y no deja de promover la división entre los mexicanos y pactando con aquellos a los que está obligado a combatir con toda la fuerza del Estado.
Previo a su caprichosa consulta, sucedieron dos hechos que fueron una muestra más de la hipocresía de este gobierno y su falso deseo por hacer justicia. El primero de ellos se dio en la Comisión Permanente del Congreso: MORENA y sus aliados rechazaron la solicitud de desafuero del diputado Saúl Huerta (Morena), quien está acusado de haber abusado sexualmente de un menor de edad en un hotel de la CDMX, y del diputado Mauricio Toledo (PT), acusado de corrupción y enriquecimiento ilícito.
El segundo acontecimiento, que remarca la indiferencia y el desprecio total que tiene el presidente con las víctimas de la violencia y contra las mismas familias de los elementos del ejército mexicano y de los policías que han caído en el combate a la delincuencia organizada, es el de su visita, sin medios de comunicación y sin agenda, a Badiraguato, cuna del Chapo Guzmán y del cártel de Sinaloa.
En tan sólo una semana, el régimen nos reveló lo que muchos ya sabíamos: que su Consulta Popular era un circo mediático, una gran farsa en la que quedaba de manifiesto la ruptura del Estado de Derecho. Lo más lamentable es que lo logró, que polarizó al país y de nueva cuenta lo dividió en bandos culpando como buen socialista, a los intelectuales, los periodistas y la clase media.
¿Qué más pruebas hacen falta? Queda clarísimo que al presidente poco le importa hacer justicia, recuperar los millones de pesos desviados del erario público, reparar el daño a las víctimas de la violencia y blindar al Estado con mecanismos eficientes anticorrupción; todo esto requiere mucho trabajo y voluntad, cosa que nuestro mandatario no tiene.