Shirley duerme en la calles de San José, recoge comida de la basura y comparte el tubo de crack. El covid-19 no le asusta. Aceptó ser vacunada en una campaña del gobierno a cambio de ropa limpia y comida.
Shirley Sánchez tiene 40 años. Salió de la cárcel en diciembre de 2020 tras cumplir una condena de cinco años por venta de drogas. Sin hallar trabajo, se quedó a vivir en la calle, en plena pandemia de coronavirus.
Su única familia es una hermana, también en situación de indigencia, y un hijo de 23 años que hace mucho no ve.
Por las mañanas vende cigarros sueltos y en la noche se entrega a la adicción, aunque confiesa que quiere dejar las drogas.
Nunca consideró la posibilidad de ser vacunada, porque «es más importante pensar en cómo pagarse algo de comer o un cuarto para dormir, porque las dos no se pueden».