Convertida en un gran espectáculo mediático, la captura de Nicolás Petro, uno de los seis hijos del presidente, Gustavo Petro, ha desatado en Colombia una tormenta política que promete extenderse hasta las elecciones locales que tendrán lugar exactamente en tres meses.
Petro hijo fue detenido a las seis de la mañana de este sábado en la ciudad de Barranquilla, acusado por la Fiscalía General de enriquecimiento ilícito y lavado de activos, luego de que su ex esposa lo acusara de recibir ingentes cantidades de dinero al calor de la campaña electoral que le dio la victoria a su padre.
Unos días después de separarse de Nicolás Petro, Daysuris Vázquez acudió hace tres meses a uno de los medios más hostiles al presidente, la revista Semana, en la que –en tono melodramático y sin ocultar su rabia por supuestas infidelidades maritales– declaró que su ex esposo aprovechó su parentesco para recibir miles de millones de pesos en aportes que supuestamente irían a la campaña de su padre, pero que en realidad se quedaban en las arcas personales del hoy capturado.
Más allá de lo atractivo que este episodio pueda ser para los libretistas de telenovelas, políticos y analistas locales se centran en las consecuencias políticas derivadas de que un hijo del mandatario de Colombia esté en la cárcel.
Una hora después de la captura de Nicolás, Gustavo Petro señaló: “como padre me duele mucho tanta autodestrucción y el que uno de mis hijos pase por la cárcel”, deseándole “suerte y fuerza”.
Agregó que no intervendrá ni presionará las decisiones de la fiscalía. “Que el derecho guíe libremente el proceso”, subrayó.